Retrato de mujer. Ca. 100-120 a.C. Pintura al temple y encáustica sobre madera de tilo. Britis Museum, Londres.
José Antonio Val Lisa
El cuerpo humano es el principal símbolo artístico representado en una variedad infinita de estilos, formatos y medios; es un vehículo universal para la narración y para expresar ideas referentes a la vida, la sociedad y el mundo en general a lo largo de distintos periodos históricos. Además, es un catalizador para la exploración de la identidad personal. A grandes rasgos, este podría ser el resumen de la exposición La imagen humana: Arte. Identidades y símbolo, que estos días puede verse en CaixaForum Zaragoza. Se trata de una muestra colectiva que acoge 155 extraordinarias obras de arte y objetos de los vastos fondos del British Museum, acompañados de una selección de siete obras contemporáneas procedentes de la Colección de Arte Contemporáneo Fundación “la Caixa”, así como del Museo Nacional del Prado. El amplio abanico de obras expuestas va desde hallazgos arqueológicos, pasando por esculturas clásicas hasta pintura, videoinstalaciones, numismática o fotografía. La pieza más antigua de la muestra es un cráneo humano modelado, procedente del antiguo Jericó (actual Cisjordania), de hacia 8.000 a.C., y es considerado uno de los artefactos más notables de las colecciones del British Museum. Por el contrario, la obra más reciente es del 2014: una serigrafía del famoso artista iraní Parviz Tanavoli.
Precedida por una introducción, esta exposición explora objetos artísticos del ser humano creadas en todo el mundo; el recorrido se divide en cinco ámbitos temáticos, que rehúyen de cualquier cronología, y que sirven para explorar la imagen humana: Belleza ideal, Retratos, El cuerpo divino, El cuerpo político y La transformación corporal. Entre los artistas seleccionados, encontramos nombres importantes para la historia del arte como: Henri Matisse, Goya, Alberto Durero, Eduard Manet, Tom Wesselmann, Chistopher Williams, Vanessa Beercroft, Koya Abe, Frank Auerbach, Antón Van Dyck, Antoni Tápies, Luis de Madrazo…etc…Al ponerlas en diálogo, estas obras antiguas y modernas dejan al descubierto que lo nuevo surge a partir del ayer, y que lo antiguo adquiere un aire nuevo visto con los ojos del hoy.

Patrones de la belleza corporal.
A lo largo de la historia, artistas de regiones diversas han querido representar el cuerpo humano en su forma más perfecta y elevada realzando las características y los principios que se atribuyen a los individuos en función de su género. Tradicionalmente, la imagen del cuerpo femenino ha personificado atributos arquetípicos como la compasión, la fecundidad y la pureza, mientras que la figura del varón se ha equiparado con la virilidad, la valentía y el poder. Sí la litografía de Henri Matisse Gran Odalisca con pantalón a rayas (1925) se ocupa estrictamente de la sensualidad y el potencial erótico del cuerpo femenino, Francisco de Goya denuncia la explotación y la corrupción de la belleza humana en su grabado satírico Bellos consejos (1799). La objetificación del cuerpo femenino y el condicionamiento cultural de la belleza han sido especialmente poderosos en el discurso del arte contemporáneo.

El rostro, la expresión de la personalidad.
Por definición, un retrato es la imagen de una persona determinada. Y aunque su función básica es hacer patente la apariencia externa del modelo, también puede expresar aspectos de su naturaleza individual, su personalidad y su posición social. Son muchas las maneras en las que un retrato puede representar a una persona. Los retratos ofrecen una visión subjetiva y parcial del modelo. En ocasiones, el retrato subraya el papel del individuo en la sociedad y lo muestra como un representante de una clase determinada, como gobernante, intelectual, artista. Además, se pueden evocar la presencia y las cualidades de un individuo mediante atributos emblemáticos y símbolos, más que con la recreación de los rasgos externos. Sus estilos abarcan desde el realismo mimético hasta la abstracción. Las culturas griegas y romanas tuvieron en el retrato uno de sus mayores logros artísticos; quizás, una de las piezas más importantes de la exposición sea la del bello rostro femenino procedente del Egipto romano, que devuelve la mirada al espectador. Creadas desde mediados del siglo I a.C., y durante los siglos siguientes, estas piezas, se encuentran entre las mejores obras de arte que nos han llegado de la Antigüedad clásica.
Dioses con rostro humano.
Las imágenes de dioses y seres sagrados son un elemento intrínseco a las prácticas religiosas de muchas tradiciones. De hecho, varias de ellas las consideran no solo una representación de la divinidad, sino también la manifestación de su poder espiritual. La muestra explora imágenes en prácticas religiosas y sagradas. Las características iconográficas de estas figuras, que recrean formas humanas idealizadas, suelen responder a unas concepciones y a unos perceptos teológicos estrictos: rostros, cuerpo, posturas, gesto, indumentaria y atributos simbólicos, todo pretende transmitir el carácter y las virtudes propias de la divinidad representada. En esta línea, en la exposición puede verse desde una cabeza romana del dios Apolo en mármol (desde el 323 a.C. aproximadamente hasta 31 a.C.), una figura del dios hindú Visnú (S. IX), un Buda sentado (S. II-III), pasando por una figura de Amón-Ra, (Ca. 664-525 A.C.), considerada una suprema identidad egipcia, a una Virgen María entronada con el niño Jesús, del siglo XV, al lado de la contemporánea Black Madonna with twins, de Vanessa Beercroft.
El retrato político.
Este tipo de retrato está concedido cuidadosamente para evocar el ideal de un ser todopoderoso. Todo personaje poderoso ha difundido desde siempre imágenes de sí mismo como expresión visible de su autoridad y poder. En este ámbito comparten protagonismo rostros de los faraones de Egipto, el retrato de un rey de Etiopía, una representación de la colección de monedas de oro y plata romanas que muestran a numerosos Césares: desde Julio César hasta Trajano; también se puede ver un retrato de Isabel la Católica, a cargo de Luis de Madrazo (Ca. 1848), procedente del Prado.

La máscara, objeto de la transformación.
La presentación visual de la figura humana en una forma fantástica, camuflada o drásticamente alterada es un fenómeno prácticamente universal que engloba ideas y significados transcendentales. Aquel que lleva una máscara puede adoptar la personalidad de otro individuo o bien transformarse en una figura sobrenatural. Su uso es común en culturas de todo el mundo, aunque las prácticas relacionadas con ella varían enormemente en cuanto a su función y el contexto en que se utilizan (ritos, ceremonias religiosas, carnavales o actuaciones dramáticas). Las máscaras también se integran en los trajes mortuorios; colocada sobre el rostro del difunto, actúa como una especie de retrato conmemorativo que marca la transición del fallecido de la vida terrenal a un deseado más allá. En este último ámbito expositivo, comparten espacio las aterradoras máscaras de gas del aguafuerte de Otto Dix (1924), con las máscaras mortuorias de piedra de la ciudad de Teotihuacán, en el altiplano de México, con las máscaras antropomórficas con finas láminas de oro, que recrean rasgos humanos de los siglos I y II. También comparte espacio un sarcófago antropomorfo de piedra tallada del periodo ptolemaico (332-330 a.C.), con una estela sepulcral del periodo romano (S. II).
Durante millones de años, la imagen humana se encuentra en todas las culturas y épocas: dibujos, modelados, esculpidos, tallados, fotografiados o filmados. Resulta aleccionador encontrar en esta exposición un sarcófago del antiguo Egipto que comparte espacio con un busto romano, una máscara de la cultura mexicana o un Buda sentado. Todos estos extraordinarios objetos artísticos han compartido la misma pregunta a lo largo de los siglos: ¿quién soy?. Seguramente la visita a esta exposición no pueda liberarnos de esa pregunta; pero, lo más probable, es que la visión en conjunto de estas obras de arte nos inspire y nos den una nueva perspectiva de lo que somos y hacia dónde vamos en estos tiempos tan convulsos.
La imagen humana. Arte, identidades y simbolismo. CaixaForum Zaragoza. Hasta el 9 de octubre del 2022