Francisco de Goya. Boceto de Aníbal que por primera vez vio Italia desde los Alpes. 1770-1771. Óleo/lienzo. Museo de Zaragoza.
José Antonio Val Lisa
Italia ocupó desde el siglo XVI un lugar preponderante en la filosofía, las artes, la música y la literatura desde los albores del Renacimiento; viajeros, peregrinos y artista europeos llegaron a la península y describieron sus bellezas. Roma, en su doble condición de capital de la antigüedad y del cristianismo, fue meta y sagrado destino de una peregrinación cultural del tipo laico. A ella se acudía, no para conseguir la salvación, sino para lograr un crecimiento estético. De este modo, se institualizó de forma progresiva el fenómeno conocido como Grand Tour que experimentó su ápice entre 1763 y 1796 durante el que la Ciudad Eterna fue el eje principal.
Goya emprendió su viaje a Italia en la primavera o comienzos del verano de 1769. En aquel año se le anota con su familia en Zaragoza, en una casa ubicada en la Bajada del Gastón, perteneciente a la parroquia de San Miguel de los Navarros, en donde sin embargo ya no se constata su presencia al año siguiente. Lo hizo sin apoyo oficial, aunque todo parece apuntar que estaba bien asesorado y posiblemente contó con la colaboración de su ámbito familiar. El viaje de regreso a España debió comenzar en la primavera de 1771, tras una estancia de casi dos años en la capital del Estado Pontificio, dato que conocemos gracias a las capitulaciones matrimoniales de Goya. Se pueden emplear hipótesis de cierta consistencia acerca de buena parte de los recorridos realizados por Goya en su viaje de ida y vuelta en Italia gracias al Cuaderno italiano (Museo Nacional del Prado), el pintor conservó este taccuino, en el que recogió otro tipo de información más personal como la fecha de su boda, algunas cuestiones relativas al nacimiento de sus hijos, tanto durante su permanencia en Italia como cuando se encontraba en España. En las páginas 39 a 41 de su taccuino el artista ha anotado un número de ciudades gracias a las cuales podemos reconstruir la trayectoria de ida y vuelta a Italia: Génova, Civitavecchia, Roma, Venecia, Módena, Parma, Plasencia…etc…

Uno de los aspectos más complejos de la estancia de Goya en Italia es el concerniente a las soluciones de alojamiento. Es bastante complejo imaginar que Goya no hubiese recurrido a la iglesia-hospital de Santa María di Monserrato; le habría bastado al artista con una carta de presentación para poder disfrutar de esta institución que no escatimó asistencia a los catalanes, valencianos y aragoneses; además, ahí se encontraba Juan Adán que en torno a 1770 se ocupaba de la realización de dos esculturas de escayola- Santa Isabel de Portugal y San Pedro Arbues-. Otro espacio de impronta aragonesa que Goya habría conocido y al que incluso habría recurrido es la iglesia de los Santi Quaranta Martiri en San Pasquale Baylon que se encuentra en la zona del Trastíber
La exposición.
El Gobierno de Aragón y la Diputación Provincial de Zaragoza, han unido fuerzas para rendir homenaje en el 275 aniversario del nacimiento del aragonés más universal: Francisco de Goya. La exposición Goya: viajero y artista del Grand Tour, comisariada por la doctora Raquel Gállego, cuenta con setenta obras, procedentes de más de cuarenta entidades: entre ella cabe destacar el Museo Nacional del Prado, el Musée des Beaux-Arts, de Carcasona, Francia, la Galería Uffizi de Florencia o, la Akademien för de fría konsterna de Estocolmo y coleccionistas privados.

La muestra se divide en tres ámbitos expositivos: El viaje; Roma: academia y heterodoxia y El recuerdo. Se cree que Goya realizó el trayecto por vía marítima, posiblemente saliendo de Barcelona, hasta llegar a Génova y de ahí a Civitavecchia, principal puerto del Estado Pontificio. Durante su estancia en Italia, Goya, además de dedicarse a ampliar su formación, realizó algunos cuadros para turistas, gracias a los cuales consiguió un dinero con el que vivir más holgadamente, algunos de los cuales figuran en la muestra: Sacrificio a Pan o Sacrificio a Príapo (C. 1771, colección particular); Venus y Adonis (1770-1771, Museo de Zaragoza); Muerte de San Antonio abad, San Antonio abad en adoración o San Antonio abad su muerte por mediación de ángel (1770-1780, Museo de Zaragoza) o, El sacrificio a Vesta (1771, colección Félix Palacios, Zaragoza); otro buen ejemplo de souvenirs que se encuentra en la exposición es el Templo de Portunus o Fortuna Viril del arquitecto Antonio Chichi (1777-1782, Stiftung Schloss Friedenstein, Gotha). Los modelos de corcho de Chichi eran souvenirs para viajeros del Grand Tour de elevada posición social, cuya presencia se constata en algunas colecciones de la segunda mitad del siglo XVIII. Aunque el pintor estuvo ligado a algunos españoles en Roma, en concreto sus paisanos y amigos el escultor Juan Adán y el pintor Manuel Eraso, su condición de no pensionado le proporcionó una libertad de la que no gozaron quienes fueron a Italia con el apoyo económico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. De este modo Goya se habría movido entre la independencia y la heterodoxia con cierta soltura que le habría hecho idóneo para el desarrollo profesional en España. Como la mayoría de los pensionados, Goya visitó iglesias y palacios romanos en donde hizo ejercitaciones que se han plasmado en su cuaderno. Gracias a la relación con Juan Adán, muy vinculado al mundo de los escultores toscanos en Roma, Goya habría visto la escultura del asno (I d. C. Sala de los Animales, Museo del Vaticano), que aparece representado dos veces en el Cuaderno italiano. En Roma, Goya preparó con esmero su participación en el concurso de la Reale Accademia per le Belle Arti de Parma con el cuadro Aníbal vencedor que por primera vez mira Italia desde los Alpes – es muy sorprendente que en una exposición vinculada con el viaje de Goya a Italia, no aparezca este cuadro, tan vital en este momento de la trayectoria del artista aragonés, que hoy se encuentra en la colección del Museo Nacional del Prado, y sólo se muestre el primer boceto preparatorio (1770-1771, Museo de Zaragoza) -. Como es bien sabido, Goya no recibió el galardón de la Academia de Parma, sí en cambio recibió una valiosa mención especial que le propició el despegue de su carrera una vez de vuelta a España.
El impacto de los dos años que Goya pasó en tierras italianas se siente vigorosamente en muchas de sus obras: como en el coreto de la Basílica del Pilar de Zaragoza titulado La Gloria o La Adoración del nombre de Dios. Esta obra ha de interpretarse como el despegue de su carrera; otras obras que también se encuentran en este ámbito expositivo son: el dibujo Cabeza de ángel (1771-1772, Museo de Zaragoza) o El bautismo de Cristo (1770-1774, colección Conde de Orgaz, Madrid). Paralelamente, Goya reflexionó en sus obras sobre cuestiones que quedan englobados dentro de lo sublimen como lo sobrenatural, lo grotesco, el sueño, la violencia o el miedo, que, en el último área expositiva, quedan reflejadas en obras como: Cómicos ambulantes (1793, Museo Nacional del Prado); Visión fantasmal o fantasmagoría (1790-1798, Museo de Zaragoza) o, El prendimiento de Cristo (1798, Cabildo Catedral Primada de Toledo), obra de fuerte impacto de caravaggismo.
Goya: viajero y artista del Grand Tour. Museo de Zaragoza. Hasta el 3 de abril del 2022.