José Antonio Val Lisa & Daniel Pérez Artigas
Considerado por la mayoría de los expertos como el primer autorretrato realizado por el genio de Fuendetodos. De fecha imprecisa, ya que podía ser de sus años zaragozanos o de sus primeros pasos de éxito en la corte, Goya se aparta por completo del pintoresquismo de Bayeu para romper con su nueva invención los moldes del autorretrato de la época. Decidido, fuerte y seguro de sí mismo, Goya utiliza la luz para subrayar su voluntad y la confianza en sí mismo, mientras que la melena suelta, que no estaba ya de moda en ese momento, es provocadora y le sitúa de lleno en concepto del artista “bohemio” y libre, que era algo muy avanzado para los años en que lo pintó 1.

Goya tendría probablemente algo más de treinta años cuando pintó su primer Autorretrato; una imagen sincera, aunque sin la mirada intensamente penetrante de sus últimos autorretratos. Demuestra una sofisticación y elegancia que podrían perfectamente provenir de los autorretratos de Mengs, ya que es probable que Goya viera uno de ellos y que quisiera emularlo 2. Se autorretrata de busto, situado de tres cuartos hacia la derecha, ante un fondo neutro. En la pintura domina un tono general oscuro por el uso de las tierras de colorido ocre como pigmento. Sobre el destaca el rostro del artista, fuertemente iluminado desde la derecha. Frente a la indumentaria y a la larga melena, que queda casi en penumbra, las facciones del artista se aprecian claramente 3. Es un joven de rostro rollizo y nariz ligeramente respingona. El joven fija la vista en el espectador con una mirada segura y directa. Este fue el primero de numerosos autorretratos que aparecen tanto dentro de composiciones de mayor tamaño- El Conde de Floridablanca (Madrid, Banco de España, 1783), La Familia del Infante Don Luis (Parma, Fundación Magnani- Rocca, 1783-1784), La Familia de Carlos IV (Madrid, Museo Nacional del Prado, 1800)- así como en pinturas individuales, dibujos y grabados, y que abren una venta que permite atisbar la percepción que Goya tenía de sí mismo como hombre y como artista 4. En el momento de la ejecución de este autorretrato, Goya había sufrido dos fracasos en los concursos para la Academia de San Fernando de Madrid y ya había realizado el fresco de la Adoración del Nombre de Dios por los ángeles (en la basílica del Pilar de Zaragoza) y otras pinturas religiosas como las de la cartuja de Aula Dei.

El carácter privado insta a que este autorretrato fuera concebido como un regalo para alguien cercano- quizás como insinúa Juan José Luna, fuera destinado para que sus parientes tuvieran clara constancia de su aspecto más reciente en tierras italianas-5. Esta teoría queda reforzada por el hecho de que Goya, no se autorretrata con los pinceles en la mano, como hace Mengs. Se conocen varias copias/réplicas de este autorretrato. El conde de Viñaza cita que pudo haber una copia en la galería de la reina María Cristina de Borbón, y que otra copia perteneció al Casino de Zaragoza, de donde pasó al pintor Carlos de Haes, que sería restaurado por Marcelino de Unceta 6, y que tras viajar a París se ha conservado durante años en el Saint Louis Art Museum de Missouri (EE.UU.) encontrándose actualmente en una colección particular.
El cuadro perteneció a comienzos del siglo XX a Mariano de Ena y Villalba y permaneció en Zaragoza hasta 1947 en que fue vendido al marqués de Zurgena (Madrid), de quien pasó en 1955 a la marquesa de la Solana y finalmente a los condes de Elda, quienes lo vendieron a Ibercaja en 1997.

Goya un pintor de tiempos. Es época de autorretratos. Goya se autorretrato numerosas veces a lo largo de su vida. Los autorretratos no sólo muestran la evolución de un artista que cambia sus concepciones y se hace un intelectual, alguien que reflexiona críticamente sobre la realidad en la que se encuentra, veamos el Autorretrato en el taller, de 1794-1795 (Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), en el destaca el artesano que es el pintor, no esconde sin embargo el recado de escribir que aparece en la mesa del segundo término: algo que corresponde más al intelectual que al artista. También podemos citar el que realiza hacia 1795-1797, que conserva el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, testimonio inolvidable de la expresión individual, poderosa en su frontalidad, la intensidad de la mirada y el volumen de la cabeza: un esfuerzo por representarse como el individuo que es, como el sujeto que es. Sujeto de sus propias obras en el frontispicio de los Caprichos, orgulloso de la afirmación de un oficio que practica, pero también un burgués con cierta elegancia indumentaria-conveniente tocado, con chalina y pañuelo: un hombre de mundo-, pero sobre todo con el empaque de aquel que está seguro de sí mismo. También viste con cierta elegancia el pañuelo y la chaqueta verde del autorretrato que conserva el Musée Goya de Castres, pintado entre 1797 y 1800: lo que ahora más destaca es una mirada penetrante tras los lentes, la mirada de alguien que se dedica más a escribir que a pintar-con la ocupación manual que corresponde con la pintura- y que de hecho está escribiendo al pintar, al dibujar los dos primeros álbumes, Sanlúcar y Madrid, y de inmediato el Álbum C, al que se ha llamado “álbum diario”, allí donde se recogen, escribiéndolas/dibujándolas, las impresiones y reflexiones de cada día 7. Tampoco podemos olvidarnos del Autorretrato miniaturizado c. 1795-1797 (Madrid, Museo del Prado). Este autorretrato directo y sincero, nada alegórico, sino “laboral”, constituye uno de los mejores ejemplos de pinturas a las que Goya confió su imagen cuando contaba con cincuenta años de edad. Se trata de una de esas obras en las que la magia goyesca brilla extraordinariamente al buscar la precisión en el detalle con un rasgo de miniaturista consciente y refinado, coqueto y exquisito, suelto y seguro consiguiendo el concepto de sobria monumentalidad en un minúsculo espacio. Su presencia prefigura aspectos del romanticismo, tanto por la fuerza expresiva de que hace gala como por el tratamiento de la indumentaria, más a la moda que las de otros muchos personajes que posaron por entonces para él. Se personifica como un trabajador nato, la imagen se recorta sobre un fondo neutro tendente a cierta penumbra y las únicas referencias espaciales son el respaldo de la silla y el lienzo tenso y bien afirmado sobre el bastidor. El rostro también refleja luces y sombras suavemente contrapuestas, el cabello se ondula y aparece suelto en las puntas, como electrizado, a modo de reflejo de la proyección hacia el exterior de la energía interna. Probablemente fue un regalo del artista a la duquesa de Alba, quien a su vez lo legó a su hombre de confianza, Tomás de Berganza 8.

Los autorretratos recogen también otra marca: la que deja el tiempo. En todos los mencionados está presente el tiempo, la energía o el deterioro físico, pero quizás sea bueno comparar el Autorretrato que pintó hacia 1775 (Zaragoza, Col. Ibercaja) con el de 1815 (Madrid, Museo Nacional del Prado) para darnos cuenta de que el tiempo es el verdadero protagonista de las pinturas 9. Goya pintó este autorretrato del Prado en su estudio a los sesenta y nueve años: el gesto es fatigoso y pesado y la apariencia desaliñada. El pintor luce algo triste y reservado. Está firmado presumiblemente por la mano de Goya, a la izquierda: “Fr. Goya Pintor/ Aragonés/Por el mismo/ 1815”. El hecho de que hable de sí mismo como “aragonés” sugiere que quizá el autorretrato debía servir a un propósito oficial o fuera a ser expuesto en lugar público, como su pareja de la Real Academia de San Fernando. El pintor y biógrafo de Goya, Valentín Carderera, en un breve texto que acompañaría a una reproducción a partir del grabado del Autorretrato conservado en dicha institución académica madrileña, se preguntaba el porqué de ese aire melancólico y abatido del artista: “¿A qué dolor físico, o qué sentimiento o estado moral obedece ese melancólico semblante, esos ojos eclipsados y otras señales de dolorosa decadencia?” 10. Carderera pensó que este autorretrato podría haber sido un estudio previo para Goya a su médico Arrieta. Llegado el final del año 1819, Goya cayó muy enfermo, hasta el punto de peligrar su vida. Este episodio quedó reflejado en un autorretrato pintado tras su recuperación, en 1820, en el cual aparece en brazos de su médico, el doctor Eugenio García Arrieta, quien le ofrece una medicina. Goya escribió en él unas palabras de agradecimiento, convirtiendo así la obra en exvoto: “Goya agradecido, a su amigo Arrieta: por el acierto y esmero con que le salvó la vida en su aguda y/ peligrosa enfermedad, padecida a fines del año 1819, a los setenta y tres de su edad, Lo pintó en 1820”. Su autorretrato junto al doctor García Arrieta rompe la tradición de ambientar las obras que ilustran momentos cercanos a la muerte en entornos casi religiosos 11.
El tiempo ha dejado su huella en las facciones de Goya, cabe decir que las ha hecho, las ha construido y moldeado, es el estricto pasar del tiempo en la carne del rostro, en la mirada, en el gesto. El dibujo titulado Aún aprendo, realizado ya en Burdeos, se considera un autorretrato simbólico de Goya, el último de hecho, en el que el artista declara su afán inquebrantable de desarrollo personal. La composición enfatiza la soledad del hombre en el tránsito de la vida, pero también el camino desde la oscuridad hacia la luz. El inestable paso adelante, solo posibilitado por el sustento de los bastones, revela la fragilidad del anciano que necesita aprender de nuevo a caminar. La mirada de su venerable rostro alberga el sentido final del dibujo: la tensión entre las carencias de la vejez y la voluntad de continuar avanzando 12.
Ficha. Francisco de Goya. Autorretrato. 1775-1780. Óleo/lienzo. 59,6 x 44,6 cm. Zaragoza. Colección Ibercaja. Museo Goya Colección Ibercaja. Museo Camón Aznar.
Citas
1- Mena Marqué, Manuela. “Zaragoza corazón, Zaragoza”. en Goya y la corte ilustrada. Fundación Bancaria “La Caixa”. Museo Nacional del Prado. CaixaForum Zaragoza. 27/09/2017-21/01/2018. P. 25-26.
2- Bray, Xavier. Los retratos. Goya. Madrid, 2015. P33
3- Albarrán Martín, Virginia. Goya y Zaragoza (1746-1775). Sus raíces aragonesas. Museo Goya Colección Ibercaja. 26/02-28/06/2015. P 158.
4- Bray, Xavier. Opus cite…P. 33.
5- Luna, Juan José. Autorretrato. Goya: Realidad e imagen (1746-1828).Gobierno de Aragón. Departamento de Educación, Cultura y Deporte. Museo de Zaragoza del 3/10- 1/12/ 1996. P. 90.
6- Viñaza. Su tiempo, su vida, sus obras. Tipografía de Manuel G. Hernández. Madrid, 1887. P254.
7- Lomba, Concha. Bozal, Valeriano. Goya y el mundo moderno. Fundación Goya en Aragón, Gobierno de Aragón. Departamento de Educación, Cultura y Deporte, Ibercaja, Ministerio de Cultura. Museo de Zaragoza. 18/12/2008-08/03/2009. Zaragoza, 2008. P. 86-88.
8- Luna, Juan José. Autorretrato. Goya e Italia. Estudios y ensayos. Gobierno de Aragón. Ministerio de Cultura, Ibercaja. Fundación Goya en Aragón. Museo de Zaragoza. 31/05-15/09/2008. Zaragoza, 2008. P200-201
9- Lomba, Concha. Bozal, Valeriano. Goya y el mundo moderno. P. 88
10- Carderera, Valentín. Retrato de Goya por él mismo. en Cuadernos selectos de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid, 1870. P. 1,
11- Bray, Xavier. Opus cite…P.188.
12 Mena Marqués, Manuela. Mantilla, José Manuel. Aún aprendo. en Solo la voluntad me sobra. Goya. Dibujos. Museo Nacional del Prado. 20/11/19-16/02/20 Madrid, 2019.P. 366.