La fascinación por el lujo en la antigüedad

Azulejo asirio. Palacio noroeste, Nimrud (Irak). 845-850 a. C.  © The Trustees of the British Museum.

José Antonio Val Lisa y Daniel Pérez Artigas

En el mundo antiguo, los artículos de lujo eran tan importantes como en el actual a la hora de demostrar riqueza,  estatus social e identidad. Durante miles de años, civilizaciones de todo el planeta crearon objetos  que transcienden a la funcionalidad, los poderosos gobernantes de Oriente Medio, consumían productos escasos, exóticos y caros. Construyeron suntuosos palacios  y jardines llenos de inmensas cantidades de tesoros. El mercado del lujo se renovaba y se revitalizaba constantemente con la búsqueda de nuevos símbolos de estatus. Incluso cuando los estados estaban en guerra, los ricos copiaban los estilos artísticos y las prácticas culturales de otras regiones. La producción de productos para la élite favoreció la aparición de nuevos mercados de falsificaciones e imitaciones; a su vez, el mobiliario, la ropa y los estilos decorativos también se imitaban en materiales más económicos a fin de abastecer a un mercado muy amplio que no se podía permitir artículos de lujo. Desde la aparición del imperio Asirio hasta la conquista de Alejandro Magno, este fue un  mundo conectado a través de miles de kilómetros, desde la India hasta la actual España, por medio de artesanos, comerciantes y consumidores de objetos preciosos.

Pocos museos del mundo, como el British Museum, podrían describir a través de objetos de exquisito gusto y refinamiento, lo que supuso el lujo, en una época sin precedentes- entre el 900 y el 300 a.C.- para el desarrollo de objetos suntuosos. Tras pasar por el Hong Kong Museum of History y por los centros de CaixaForum de Barcelona y Madrid, llega al CaixaForum Zaragoza la exposición Lujo. De los asirios a Alejandro Magno.  Esta exposición, coorganizada  por “la Caixa” y el British Museum, supera los 217 objetos, y está dividida en siete ámbitos. Los objetos van desde delicadas piezas de marfil y joyas, pasando por ornamentos de mobiliario, vidrios, cerámica y metales preciosos, hasta relieves asirios de gran tamaño. Entre los objetos destacan los relieves de pared del famoso palacio de Ninive, así como las exquisitas piezas y miniaturas procedentes del tesoro de Oxus. La muestra tiene como misión mostrar al público el mundo  antiguo desde una perspectiva extraordinariamente próxima. Y es que  los antiguos imperios asirios, babilónicos, fenicio y persas tuvieron en común con Alejandro Magno el propósito de extender su poder más allá de sus propios límites. Fueron escenario de luchas incesantes, conquistas y saqueos de toda índole, pero también de un intenso comercio de materias primas, piedras preciosas y objetos manufacturados. De todo ello queda testimonio en la excepcional calidad de las posesiones adquiridas y su relación con el poder.

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Ornamento para una funda que contenía un arco y flechas. Takht-i Kuwad (Tayikistán). 500-400 a. Oro. © The Trustees of the British Museum.

De objeto común a tesoros

A partir del año 900 a.C., importantes cambios políticos dieron paso a una nueva era. Los tres grandes protagonistas, tres imperios fuertes, como fueron el asirio, el babilónico y el aqueménida, crearon un entono en el que  podía florecer la artesanía, se valoraba la diversidad de gustos y era posible comerciar con artículos y materiales por todo Oriente Medio y más allá.

El imperio asirio se formó en la región que rodeaba a la ciudad estado de Asur, al norte del actual Irak. Esta zona de llanuras abiertas y cubiertas de hierba dispone de pocas defensas naturales, por lo que, para proteger y expandir el imperio, hacían falta ejércitos formidables. A partir del 800 a.C. temibles gobernantes asirios  conquistaron territorios entre el golfo Pérsico y Egipto. Estos reyes obtenían grandes cantidades de objetos valiosos a través de los saqueos y de los exigentes tributos. Con las deportaciones de habitantes de los países derrotados, sus ciudades se hicieron cada vez más cosmopolitas. A medida que el imperio asirio crecía, sucesivos reyes trasladaron la capital de Nimrud a Jorsabad y después a Nínive, con palacios cada vez más esplendorosos en cada ciudad. La exhibición del lujo y la riqueza conseguidos reforzaba el poder político e intimidaba a los enemigos.  El poder de Asiria no empezó a decaer hasta el 630 a.C.

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Frasco para aceite perfumado. Takht-i Kuwad (Tayikistán). 500-400 a.C. Oro © The Trustees of the British Museum

Babilonia expulsó a los gobernantes asirios en el año 626 a.C., y estableció una alianza con el Imperio meda, al este, que condujo, en el 612 a.C. al saqueo y destrucción  de Nínive, la capital asiria. Los gobernantes babilonios pasaron a controlar la mayor parte del antiguo Imperio asirio, y el rey Nabucodonosor II transformó la ciudad de Babilonia en una espléndida capital. La gloria del Imperio babilónico duró menos de cien años. En el año 539 a.C., Babilonia fue conquistada y sus territorios se incorporaron al creciente imperio aqueménida

Mientras el imperio asirio se expandía, hacia el año 850 a.C., los fenicios que vivían en ciudades como Tiro y Sidón también quisieron acrecentar su poder e influencia. Viajaron hacia el oeste desde los confines de la costa oriental del Mediterráneo hasta las actuales Italia y España, desarrollando sus redes de comercio marítimo y estableciendo nuevos asentamientos. Oro, plata, marfil o vidrio fueron solo algunas de las materias primas que los fenicios moldearon en forma de refinadas artesanías como joyas, muebles, perfumes o textiles. Con el Mediterráneo como medio para el intercambio, estos mercaderes conectaron los imperios orientales cono Occidente, ofreciendo sus productos para el consumo de las élites y los dioses.

Por su parte los aqueménidas, se convirtieron en potencia, durante el reinado de Ciro II el Grande, que expandió sus territorios  a partir del año 550 a. C., conquistando a los medas, Lidia y el imperio Babilónico. Con el tiempo, los gobernantes aqueménidas controlaron una extensión que iba del actual Pakistán a Libia y del mar Negro al golfo Pérsico, un territorio mucho mayor que el que  nunca antes había controlado un rey. No obstante, pese a los repetidos intentos de conquistar Grecia continental, nunca lo lograron.

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Hebilla con «nudo de Hércules». Grecia. 400-300 a. C. Oro, granates y esmalte. © The Trustees of the British Museum

 El cambio

Alejandro Magno fue una pieza clave en esta historia: ávido de las riquezas del imperio  aqueménida, fue conquistando tierras hasta que llegó a Oriente Medio. Su triunfo aportó prosperidad y refinamiento a Grecia, y dio lugar a una mezcla ecléctica de elementos culturales: la helenización. Alejandro murió inesperadamente en Babilonia en el año 323 a.C. Como no tenía heredero, sus diadocos cogieron las riendas del imperio. Las diferentes  culturas y gustos artísticos que definían esta época perdieron fuerza ante una relativa uniformidad, pero sus imponentes éxitos continuaron influyendo en la creación de objetos preciosos, como las copas con representaciones de cabezas de animales, que reflejaban los placeres y las comodidades, como un legado transmitido.

A causa de su naturaleza efímera, muy pocos de estos objetos han perdurado, pero conocemos su magnificencia a través de las representaciones escultóricas, los textos que han perdurado en el tiempo, los magníficos recipientes elaborados para contener perfumes y aceites costosos, o las vajillas de lujo, en las que se servían los banquetes aqueménidas, en lo que solían tener un gran número de platos e incluían comida cara y opulenta. Todos estos objetos expuestos,  nos ayudan a visualizar cómo las élites de la antigüedad gozaban de todo lo mejor.

Lujo. De los asirios a Alejandro Magno. CaixaForum Zaragoza. Hasta el 14 de junio del 2020

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