Cajal, regresa a la Universidad de Zaragoza

Joaquín Sorolla. Retrato de Santiago Ramón y Cajal. 1906. Óleo/lienzo. Museo de Zaragoza. Foto. J. Garrido Lapeña

José Antonio Val Lisa y Daniel Pérez Artigas

Este  otoño, se cumplen 150 años, del comienzo de los estudios de Medicina de Santiago Ramón y Cajal en la Universidad de Zaragoza. Para conmemorar como se merece esta efeméride, el Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social de la Universidad de Zaragoza, ha organizado una exposición, bajo el título: Santiago Ramón y Cajal 150 años en la Universidad de Zaragoza, que por primera vez ocupa todos los espacios expositivos de esta institución académica para recordar la rica y compleja figura del Nobel aragonés. La exposición, comisariada por el catedrático José María Serrano y Alberto Jiménez Schuhmacher, investigador del IIS Aragón, tiene doce grandes apartados compuestos por 324 obras, entre todas, destacamos los 25 dibujos inéditos, el diploma del título de  hijo ilustre y predilecto de la Provincia, otorgado por la Diputación Provincial de Zaragoza, y realizado por Félix Lafuente y la maqueta para el monumento a Cajal, de Benlliure, que proviene del Museo de Zamora.

Cajal, el mito.

Desde finales del XIX, Santiago Ramón y Cajal tuvo un reconocimiento extraordinario en España, era respetado por intelectuales, académicos y científicos, como lo era por la prensa y la opinión pública. En palabras de Emilia Pardo Bazán: fue “el primer sabio popular de España”. Su trayectoria personal, se alimentaba de esperanzas colectivas, porque sus condiciones de partida eran aparentemente compartidas por muchos. Se había abierto camino tras nacer en una familia modesta, como tantas, y se había encontrado profesionalmente en un medio dominado por las rutinas y poco propicio para el progreso; en su caso, la Universidad española de la época, en la cual la investigación científica resultaba una planta exótica. Era, además, un científico que no desdeñaba tomar parte en múltiples facetas de la vida colectiva, desde la política a la cultura. Participaba en tertulias, acudía al Ateneo y escribía relatos, como Cuentos de vacaciones, libros de fotografía, como Fotografía de los colores, y ensayos, como Psicología del Quijote y Quijotismo. Nunca dejaría de publicar libros al margen de su intensa actividad científica: Chácharas de café, Pensamientos escogidos o El mundo visto a los ochenta años, ya en vísperas de su muerte.

Esta historia de excelencia intelectual y triunfo en la sociedad española de su tiempo tuvo sus raíces personales, sentimentales y familiares en Aragón y las académicas en la Universidad de Zaragoza.

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Juan Cristóbal. Máscara mortuoria de Santiago Ramón y Cajal. 1934. Bronce. Legado Cajal. Instituto Cajal-CSIC

Profeta en su tierra.

Es cierto, no obstante, que él tenía hacia Aragón una sensibilidad “especial”,  de modo que cuando fue conocido, su condición de aragonés a nadie ofreció dudas. Así lo afirma en el texto que envió el día 1 de mayo de 1922, como motivo del claustro Extraordinario en homenaje al científico, que la Universidad de Zaragoza celebró con motivo de la jubilación de Ramón y Cajal como catedrático: “Porque Zaragoza es algo mío, muy íntimo, que llevo embebido en mi corazón y en mi espíritu, y palpita en mi carácter y en mis actos. Pienso que algo de su tierra está incrustado en mis huesos y que el agua del Ebro, del río simbólico de Aragón y de Iberia, circula todavía por mis venas. Huelga decir, por tanto, que la heroica ciudad, donde duermen las cenizas de mis padres, maestros y amigos, ocupa preferente y espacioso lugar en el relicario de mi memoria. Jamás olvidaré que Zaragoza fue el magnífico escenario de mis ensueños de mozo y de mis ilusiones  y esperanzas de hombre. Allí, inclinado sobre los libros, aprendí a amar a España y a deplorar su atraso científico y decadencia política. Allí viven aún o vivieron mis amigos y los condiscípulos buenísimos e indulgentes soportadores de mis petulantes alardes científicos y filosóficos. Ellos me acompañaban en mis paseos por la huerta y por Torrero, lugares de que conservo imágenes vivaces e imborrables, y donde alguna vez, entre quiméricas ambiciones y polémicas fogosas rimadas por la monótona canción de las acequias, surgió el sano propósito de laborar en pro de nuestro renacimiento intelectual”. En el año 1885, antes de ser histólogo famoso, la Diputación Provincial de Zaragoza, le había encargado investigar sobre la epidemia de cólera que se extendió por varias ciudades, incluida Zaragoza,  y había tenido la sensibilidad de regalarle como compensación por su trabajo, a parte de la publicación del mismo, un microscopio Zeiis. Esta institución, fue la primera que le ofreció reconocimiento, sería  en agosto de 1900, tras recibir Cajal el Premio Moscú, premio dotado con 6000 francos que se otorgaba al mejor trabajo de investigación médica publicado desde el anterior congreso, es decir, en los tres años previos. A propuesta del doctor Félix Cerrada, lo nombra hijo ilustre y predilecto de la Provincia e insta al Ayuntamiento  de Zaragoza a que le dedique una calle en la ciudad. El diploma del título se lo encarga al artista Félix Lafuente, quien realizó una verdadera obra de arte. El Ayuntamiento de Zaragoza, en efecto, unos meses después, en enero de 1901, le puso el nombre de Santiago Ramón y Cajal a la  calle que lo conserva en la actualidad y era muy  simbólica en su biografía. Se trataba de la antigua calle del Hospital, donde se encuentra actualmente el Hospital Nuestra Señora de Gracia, el lugar donde Cajal estudió Medicina y comenzó a ejercer de practicante. Además, el Ayuntamiento lo nombró hijo adoptivo de Zaragoza, en el año 1905. Para homenajear a Cajal con motivo de su jubilación, la Universidad de Zaragoza encargó a Mariano Benlliure, a comienzos del año 1922, una estatua de Ramón y Cajal que debía presidir la escalera principal del Paraninfo. Se acordó sufragar por suscripción popular. El 1 de octubre, al inaugurarse el curso académico, se instaló en su actual emplazamiento un modelo en yeso, que después se retiró para la hacer la obra definitiva en mármol. En febrero de 1925 se colocó la estatua definitiva en un acto presidido por el rey Alfonso XIII.

Foto 2
Microscópio Zeiss. Siglo XIX. Legado Cajal. Instituto Cajal-CSIC

   Santiago Ramón y Cajal es sin duda alguna la gloria máxima  de la ciencia en nuestro país, y probablemente del resto  de Europa.  Su fama mundial se incrementó a partir de la concesión, en el año 1906, del Premio Nobel de Fisiología o Medicina., y es junto a Galileo, Newtón, Darwin o Einstein, uno de los grandes talentos científicos de todos los tiempos.

Santiago Ramón y Cajal. 150 años de la Universidad de Zaragoza. Paraninfo Universidad de Zaragoza. Hasta el 11 de enero del 2020

 

 

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