900 años de la incorporación de Zaragoza al reino de Aragón

José Antonio Val Lisa y Daniel Pérez Artigas

Desde época romana, Zaragoza había sido la ciudad más importante del valle del Ebro y esa posición, mantenida durante el dominio visigodo, se acrecentará en época islámica (1) Desde finales del siglo XI, los intentos de los  reyes aragoneses y de Castilla por apoderarse  de  la ciudad de Saraqusta,  capital del reino taifa, fracasaron. Será el rey Sancho Ramírez y sus hijos, Pedro I y Alfonso I, quienes cambiaron la estrategia de la  conquista cristiana. En 1101, crearon un castillo, El Castellar, como base desde donde poder controlar la ciudad, y punto de partida de la conquista. Posteriormente sería Pedro I quien mandó fortificar Juslibol, llamado así  por ser este Deus o vol “Dios lo quiere”, el grito  de guerra de los cruzados. Por un concilio celebrado en Toulouse, se promovió una cruzada contra Zaragoza, predicada por los obispos de Huesca, Pamplona y Barbastro. En ella intervinieron Gastón de Bearne, que era famoso en el mundo cristiano por haber organizado las torres de asalto que hicieron posible la conquista de Jerusalén,  y Céntulo de Bigorra con el rey de Aragón Alfonso I que cercó la ciudad entre mayo o junio de 1118, capitulándola  un 18 de diciembre de 1118. Se cumplen por tanto 900 años  de aquel episodio fundamental en la historia de Zaragoza y Aragón.

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Olifante de Gastón de Bearne, primer Señor de Zaragoza. Exposición Pasión por Zaragoza, el reino de los sentidos. Fotografía de Daniel Pérez Artigas

Medina Albaida Saraqusta: Saraqusta, la Zaragoza musulmana, se extiende desde el 714 hasta el 1118. Fue llamada Medina Albaida, es decir, la ciudad blanca. En el largo periodo de más de cuatro siglos de poderío musulmán, Zaragoza, fue centro de gran importancia. Saraqusta, calificada siempre de populosa, llegó a contar en esta época, ente 16.000 y 25.000 habitantes, población sólo superada en Alandalús por Córdoba, Sevilla y Toledo (2). Zaragoza, desde el primer momento se erige como el único centro de relevancia en toda la Marca Superior, pues las otras dos sedes epistolares- Tarazona y Huesca-  nunca alcanzaron la importancia de Zaragoza. Cuando entre los siglos IX y X se fundaron nuevas ciudades (Calatayud, Daroca Barbastro), Zaragoza seguía siendo el núcleo central de un espacio estructurado en torno a esas pequeñas medinas  que surgieron al abrigo del desarrollo demográfico y económico de esos siglos. Como gran metrópoli regional jerarquizó un amplio espacio que se extendía por todo el valle medio del Ebro, en un radio de varias decenas de kilómetros (3). De la ciudad musulmana, quedan en pie, aparte de otros restos menores, la Aljafería, que toma su apelativo del sobrenombre del monarca al-Muqtadir “Abu Ya far”. Se trata de una gran fortaleza de planta casi cuadrada, dotada de torreones semicirculares de alabastro, que protegía en el interior un conjunto de estancias, jardines y oratorios de los que apenas podemos ver actualmente las salas nobles profusamente decoradas que rodean un estanque central (4). Cabe destacar  la intensa actividad intelectual organizada en esa época en torno al palacio, una verdadera corte de sabios, manifestaron un gran dinamismo en materias como la astronomía, genealogía, poesía, literatura y lexicografía entre las más relevantes.

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Representación del escudo de Zaragoza. Exposición Pasión por Zaragoza, el reino de los sentidos. Fotografía de Daniel Pérez Artigas

Convertido en alcázar cristiano tras la conquista de Zaragoza en el año 1118 por  el rey Alfonso el Batallador, su disposición sufrirá numerosas transformaciones  entre las que destacan las obras realizadas por Pedro IV en el siglo XIV, el palacio  construido por los Reyes Católicos en la emblemática fecha de 1492, las fortificaciones y el foso seco realizados por Felipe II en 1593, la transformación profunda  realizada por Carlos III en 1772, todo ello culminado con una radical adaptación  para cuartel, con irreparables destrucciones, tras la donación de Isabel II al ejército  en 1866. En este último momento se recogieron ya abundantes restos materiales  procedentes del palacio, que se repartirían entre el Museo de Zaragoza y el Museo  Arqueológico Nacional de Madrid (5). También cabe destacar los barrios extramuros hallados en el solar del cuartel de Pontoneros y en el paseo de la Independencia. La mezquita mayor y los demás monumentos que merecieron loas de poetas y literatos, han perecido. La mezquita mayor, levantada entre los años 714 y 716, y ampliada posteriormente, dotada con nueve naves y un alminar, llegó a ser una de las mayores de  Al-Ándalus. Fue arrasada por los conquistadores cristianos, y de ella sólo quedan algunas ruinas en el interior de la Seo. El caserío de Zaragoza conservó la traza romana hasta tiempos árabes, aunque se acomodase a los planteamientos  de una ciudad musulmana, con una abigarrada población de  musulmanes, judíos y mozárabes (6).

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Imagen de la exposición Pasión de Zaragoza, el reino de los sentidos. Fotografía de Daniel Pérez Artigas.

El rey cruzado. Alfonso I, conocido como “el Batallador”, nació hacia 1073 en algún lugar en las montañas y los valles del viejo Aragón. El infante Alfonso Sánchez, apenas tenía posibilidades de convertirse algún día en soberano de Aragón. Era el segundo hijo del segundo matrimonio del rey Sancho Ramírez con Felicia de Roucy. Del primer enlace nació en 1068 Pedro I,  quien heredó el trono de Aragón y Pamplona en 1094; del segundo matrimonio nacieron Fernando en 1071, Alfonso en 1073 y Ramiro en 1086. El infante Alfonso pasó sus primeros años en los monasterios de Siresa, San Salvador y San Juan de la Peña, en el Pirineo oscense, formándose en letras y en el arte militar para ser un señor feudal como miembro de la casa real de Aragón. Cuando le comunicaron la muerte en el valle de Arán de su hermano el rey Pedro, Alfonso tenía poco más de treinta años y era adalid del ejército aragonés. En 1096, con unos veintitrés años, siendo alférez del ejército aragonés de su hermano el rey Pedro I,  dirigió la carga de la caballería en la batalla de Alcoraz, en Huesca, y en el año 1098 acompañó a Pedro I a Valencia, en ayuda del Cid. Alfonso I fue el modelo de caballero en una sociedad en la que la guerra era la forma más rápida de ganar fama y fortuna. La actividad de sus años de juventud forjó en el Batallador un espíritu indomable y guerrero, siempre ávido de entrar en combate. Dedicado al servicio de las armas desde el final de la adolescencia,  a lo largo de sus más de sesenta años de vida participó directamente en treinta batallas, de las cuales sólo perdió una, la última, librada ante los muros de Fraga en el verano de 1134. El ejército fue su prioridad y a ello dedicó casi toda su vida, como si hubiera sido predestinado para una misión casi divina. Probablemente Alfonso I de Aragón fuera un misógino que quizá nunca se relacionó carnalmente con una mujer, ni siquiera con la que fuera su esposa Urraca de León, hija de Alfonso VI y madre de Alfonso VII. De esa fracasada unión no nació ningún heredero común que unificara todos sus reinos- con este matrimonio se unieron dinásticamente, aunque de modo efímero, las coronas de León y de Aragón, además de las de Castilla y Pamplona-. En el año 1117, disuelto el matrimonio con Urraca, Alfonso I volvió a ocuparse de los asuntos de Aragón, pero mantuvo el título de rey de Castilla. Como rey de Aragón y Pamplona, el Batallador, se fijó en una meta: la conquista de los territorios que seguían bajo dominio musulmán en la Península ibérica, lo que pasaba por ganar la ciudad y reino de Zaragoza, imprescindible para seguir adelante con sus planes.(7)

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Benedicto XIII entre dos cardenales de la obediencia de Avignon. Exposición Pasión por Zaragoza, el reino de los sentidos. Fotografía de Daniel Pérez Artigas

La conquista de Zaragoza. Desde el momento en que los almorávides se apoderaron de Zaragoza, en 1110, un hecho que enfrentaba a Alfonso con un imperio islámico bereber que disponía de una gran potencia militar, preconizaba la yihad contra los cristianos y había unificado Al-Ándalus en los años anteriores. Zaragoza era obviamente, la clave del dominio del Valle del Ebro. El monarca aragonés lanzó la maquinaria de guerra feudal, que incluía a buena parte de la nobleza  del área pirenaica: los condes de Bigorre y Comminges, los vizcondes de Béarn, Gabarrete, Miramont y Lavedan, entre otros, figuran en los documentos reales tras la conquista. (8)  Los cristianos formalizaron el asedio el 24 de mayo de 1118. Así lo vio el cronista musulmán Ibn Abí Zar: “Le acudieron pueblos como hormigas y langostas, y la sitiaron con él, dándose a atacarla y haciendo torres de madera, que se movían sobre ruedas y las acercaron a la ciudad; plantaron en ellas truenos, y montaron contra la ciudad veinte almajaneques. La ambicionaron y se prologó el sitio hasta que se consumieron los víveres y pereció la mayor parte de la gente por hambre. Propusieron a Ibn Radmir (Alfonso I) que les diese una tregua y, si no tenían quién les auxiliase, le entregarían la ciudad; aceptó el pacto, y terminado el plazo, se la rindieron y salieron de ella para Murcia y Valencia en el año 512 (1118)”. El 11 de junio se tomaba al asalto el castillo-palacio de la Aljafería, fuera de las murallas, y el asedio se intensificó. Durante el verano y el otoño de 1118 los sitiadores intentaron alguna salida, pero fueron rechazados. El emir almorávide envió refuerzos que lograron entrar en la ciudad en septiembre. Los mandaba el gobernador de Granada, pero su muerte al mes y medio de llegar a Zaragoza dejó a la ciudad indefensa y a merced de los sitiadores. Todavía se realizó un amago de ayuda; a comienzos de diciembre acudió Tamin Ibn Yusuf, primo del emir almorávide, al frente de un ejército, pero no presentó batalla y se retiró hacia el sur. La suerte de la ciudad estaba echada. El 11 de diciembre se acordaban las capitulaciones para la rendición y el 18 Alfonso de Aragón hacía su entrada triunfal. Acababan cuatrocientos años de dominio islámico en la ciudad de Zaragoza.(9)  Pero la campaña no se detuvo, y entre febrero y mayo de 1119 se entregaron Tudela y Tarazona. Mientras Alfonso poblaba Soria, se preparó un ejército almorávide para recuperar Zaragoza, pero la coalición de aragoneses, aquitanos y los aliados musulmanes de Alfonso lo aplastó en la batalla de Cutanda (junio de 1120). La victoria fue decisiva, puesto que permitió la conquista de Daroca y Calatayud, así como completar el dominio de la Extremadura castellano-aragonesa hacia Sigüenza-dónde se restauró el obispado en 1121-. Desde esa fecha, la frontera  corría por el centro de las tierras turolenses, las sierras del Maestrazgo, Guadalope y Matarraña todavía protegidas por las ciudades y fronteras almorávides. Justamente para quebrar la resistencia de estos núcleos islámicos, Alfonso preparó un avance contra Fraga y Mequinenza, que, de haber triunfado, le hubiera entregado, la llave del bajo Ebro, con el Bajo Aragón, Lérida y Tortosa. Como es sabido fracasó y en julio de 1134 padeció una tremenda derrota en Fraga, en la que desaparecieron una parte de la nobleza navarro-aragonesa y de los nobles francos emparentados con el linaje real aragonés, que había acudido para lograr riquezas y feudos en el marco de la expansión territorial Alfonsina.

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Exposición Pasión por Zaragoza, el reino de os sentidos. Fotografía de Daniel Pérez Artigas

El asombroso testamento que Alfonso I dictó en Bayona en octubre de 1131, por el que, tras hacer importantísimas donaciones a diversas instituciones eclesiásticas de todo el sur de Europa, distribuía  el poder, los ingresos reales y el reino entre las órdenes militares del Temple, el Hospital de San Juan y el Santo Sepulcro, creadas poco tiempo antes en Palestina. Un testamento que ratificó e hizo jurar a sus nobles en los días que precedieron a su muerte, en septiembre de 1134, pero que era inviable por múltiples razones, entre las que destaca el hecho de que nadie, entre los barones de la nobleza navarro-aragonesa, estaba dispuesto a cumplirlo. Había dificultades prácticas evidentes, como, por ejemplo, de qué forma se podían dividir el territorio y las rentas reales, o de qué modo se podían distribuir la fidelidad de los nobles. De haber intentado llevarse a la práctica, hubiera sido una experiencia única antes de la implantación de la Orden Teutónica en la Europa Báltica, y había demasiados intereses en juego para permitir el desarrollo de semejante experimento. El futuro del reino no pasa por la constitución de un Estado feudal peculiar, sino por la factura entre Navarra y Aragón como resultado de dos golpes de Estado casi simultáneos dados por dos candidatos- Ramiro II el Monje, hermano menor de Alfonso, y el noble navarro García Ramírez- al trono con derechos igual de irregulares.(10) Ramiro II el Monje se casó en 1135 con Inés de Poitou, hija de Guillermo IX de Aquitania, el duque trovador, amigo de Alfonso I. De esa unión, tan efímera que la reina regresó a su tierra natal a finales de 1136 abandonando a su hija de cinco meses, nació la reina Petronila. En su matrimonio con el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, veinticuatro años mayor, tuvo su origen la Corona de Aragón.(11) Pero esa, es otra historia, que algún día les  contaremos.   

Citas:

1-CORRAL LAFUENTE, José Luis. Zaragoza musulmana (714-1118). Historia de Zaragoza, Vol. 5. Excmo Ayuntamiento de Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada. Zaragoza, 1998. P11

2- BELTRÁN MARTÍNEZ, Antonio. Zaragoza, más de dos mil años de historia. En Zaragoza. Historia Vol. 1. Prames. Zaragoza, 2002. P 43

3- CORRAL LAFUENTE, José Luis. Zaragoza musulmana (714-1118)….opus cite….P11

4- LALIENA CORBERA, Carlos. La Marca Superior de Al-Ándalus (Siglos VIII-XI). En Historia de Aragón. La esfera de los libros. Madrid, 2008. P168

5-BORRÁS, Gonzalo. El palacio hudí de la Aljafería de Zaragoza. En Delimitación comarcal de Zaragoza. Col Territorio Nº36. Gobierno de Aragón. Departamento de Política Territorial, Justicia e Interior. Zaragoza, 2011. P 174

6- BELTRÁN MARTÍNEZ, Antonio. Zaragoza, más de dos mil años de historia…opus cite…P 41-42

7-CORRAL José Luis. CORRAL Alejando. Alfonso I de Aragón. El rey Batallador. La Aventura de la Historia. Nº234. ART DUOMO GLOBAL SL. Madrid, 2018. P18-20

8- LALIENA CORBERA, Carlos. La conquista del Valle del Ebro. En Historia de Aragón. La esfera de los libros. Madrid, 2008. P186

9- CORRAL LAFUENTE, José Luis. Zaragoza musulmana (714-1118)….opus cite….P26

10- LALIENA CORBERA, Carlos. La conquista del Valle del Ebro… opus cite….P 186-188

11- CORRAL José Luis. CORRAL Alejando. Alfonso I de Aragón. El rey Batallador…. Opus cite…P23

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