Daniel Pérez Artigas y José Antonio Val Lisa
Conmemorando la conquista hace 900 años de Zaragoza por Alfonso I El Batallador, comenzamos una serie de entradas en el blog sobre las órdenes militares en Aragón.
Monarca que fundaría las primeras Militia Christi en Aragón, y que serían denominadas por Alfonso VII de Castilla como la militia caesaragustana.
En este caso nos trasladamos a la mística y pequeña localidad de Belchite, situada a unos cincuenta kilómetros de Zaragoza en plena estepa y que posee una población entorno a los 1500 habitantes, siendo capital de la comarca Campo de Belchite.
Hoy en día asentamiento muy conocido, en concreto el pueblo viejo, sobre todo por los curiosos de lo paranormal, ya que allí acontecen diversos hechos de esta índole. Así como también por la cruenta Batalla de Belchite, durante la Guerra Civil española. Que dejaría en ruinas lo que hoy es el pueblo viejo, construyéndose al lado el nuevo. Llegó a albergar incluso un campo de concentración en el que se internaban a los habitantes de Belchite considerados de izquierdas, del cual quedan vestigios de sus barracones.
Esto a groso modo lo que a historia moderna concierne, pero Belchite ha sido protagonista de otras muchas cosas y en este caso en concreto de la que pasaría a ser la primera orden militar de España, la Cofradía de Belchite.
Con la conquista de Zaragoza en 1118 y territorios más al sur, Alfonso I se vio en la obligación de crear una milicia que asegurara la frontera sur de Zaragoza ante los envites musulmanes. Así en 1122 funda dicha cofradía a semejanza de las otras militia christi que operaban en Tierra Santa por aquella época, como la Milicia del Templo de Jerusalén.
Por otro lado, uno de sus objetivos era el de crear un camino seguro hacia Jerusalén desde Aragón. Convirtiéndose así en un cuerpo militar equiparado en beneficios religiosos a otras ordenes de mayor importancia en Tierra Santa, como la antes mencionada.
Así pues, una vez creada, con el consentimiento eclesiástico, se le otorgaron extensos beneficios espirituales equiparables a los de la primera cruzada, tanto a los componentes de la orden como a todos sus benefactores. Como ejemplos, aquel que perteneciera de por vida a la cofradía obtenía el perdón de todos sus pecados, o los que lo hicieran de forma temporal podían conseguir prescripciones de abstinencia y ayuno del viernes durante todo un año. También a los que donaran equipamiento o dinero se les concedían indulgencias menores como condonarle las obligaciones de una cuaresma.
El botín que pudieran arrebatar a los musulmanes, tanto bienes materiales como tierras, pasaría a manos de los cofrades sin tener que pagar el impuesto real por botín de guerra.
Con la denominación de cruzada conseguida, Alfonso I el Batallador logra afianzar la orden religioso-militar, y dotarla de nuevos recursos económicos y humanos.
La concesión real fue importante, basada sobre todo en futuras conquistas, se les otorgaba la mitad de los territorios que consiguieran adherir a la corona. Y en un primer momento se les da la mitad de Monreal, localidad que daría nombre a la orden militar que sucedería a la cofradía de Belchite, pasándose a denominar la orden de Monreal.
Bibliografía: Revista Xiloca 34 y 35