Ramón J. Sender o la dignidad del ser humano 

José Antonio Val Lisa & Daniel Pérez Artigas 

El cuadragésimo aniversario del fallecimiento de Ramón J. Sender (Chalamera de Cinca, Huesca, 1901- San Diego, Estados Unidos, 1982), cumplido en 2022, bien merece una nueva mirada que presente, aprecie y difunda la aportación a la cultura y el pensamiento de este aragonés universal. Mucho se ha estudiado y reivindicado en los últimos tiempos la figura y la obra de Sender cuyo legado literario ocupa un lugar preeminente en las letras contemporáneas españolas. 

La exposición Ramón J. Sender. Memoria bisiesta, comisariada por José Domingo Dueñas y Chus Tudelilla, llega a Zaragoza tras su alumbramiento en el Instituto Cervantes de Madrid, lo hace desde parámetros contemporáneos, buscando y aportando nuevos enfoques, subrayados y relaciones entre facetas de su contexto, su obra y su vida. 

Aurelio Grasa. Manifestación de los remolacheros y los Grandes Proyectos de Aragón. 6 de marzo de 1914.  Fotografía inédita perteneciente al reportaje publicado por Grasa en los periódicos Heraldo de Aragón, el 7 de marzo, ABC, el 8 de marzo, y la revista La Vida en el Campo, del mes de febrero. Archivo Barboza Grasa.

El escritor y periodista.  

Sender desplegó una ingente y variada obra que publicó de modo incesante desde la infancia hasta el momento mismo de su muerte. Entre los más de cien libros que llevan su nombre como autor han quedado varios que han de ser apreciados como verdaderas obras maestras: Réquiem por un campesino español (1960), Imán (1930), Siete domingos rojos (1932), Míster Witt en el Cantón (1935), El lugar de un hombre (1939), Crónica del alba (1942-1966), El rey y la reina (1949) o Monte Odina (1980). A finales del siglo XIX y principios del XX emerge en los países occidentales un nuevo orden basado en la implantación del sufragio universal. La nueva sociedad generó progresivamente formas propias de articulación, entre ellas, y tal vez la más importante, la nueva prensa, también llamada de masas, que trataba de informar, orientar y educar a la masa electoral.  La generación de Sender se vio abocada a escribir en la prensa de forma poco menos que inevitable si pretendía abrirse camino en el mundo de las letras. Era la edad de oro del periodismo español, la época en que se configuraba el periódico moderno, escribir en los diarios y revistas no solo constituía el noviciado natural de la literatura, sino también el sustento más seguro del escritor. Con diecisiete años, el joven Sender se trasladó a Madrid, solo y sin dinero, para emprender su carrera en la literatura, elaborando artículos y cuentos que publicaba bajo seudónimo en periódicos como El Imparcial, El País, España Nueva o La Tribuna. La devastadora pandemia de gripe de 1918-1919 obligó a cerrar las universidades y Sender ya no regresó a las aulas universitarias, además de haber perdido su trabajo de mancebo de botica, dormía en el Retiro y leía en el Ateneo. Pero será su padre José Sender quien viajó a Madrid para sacar a su precoz hijo, obligándole a regresar a Huesca, donde se consagró en la dirección de un diario, La Tierra, que formaba parte de la Asociación de Labradores y Ganaderos del Alto Aragón. Tras haber pasado por la Guerra de Marruecos (1922-1924), Sender ingresa en la redacción del prestigioso periódico madrileño El Sol (1924-1930). Es tiempo de militar en el anarquismo, de consagrase en la literatura, de sueños cumplidos. 

Ramón J. Sender. Retrato con cuervo. 1975. Óleo/lienzo. Instituto de Estudios Altoaragoneses. Diputación Provincial de Huesca. Foto. José Antonio Val.

Del anarquismo al comunismo.   

Sender tenía treinta y dos años cuando viajó a la Unión Soviética en mayo de 1933. Rusia se llenó de curiosos, escritores y periodistas a partir de la Revolución, y el caso de Sender no iba a ser diferente, atraído por la eficacia revolucionaria en un momento de crisis política, tras haber abandonado el anarquismo en el que había militado hasta hacía pocos meses. En sus crónicas publicadas primero para el periódico La Libertad, y reunidas más tarde en el libro Madrid-Moscú. Notas de un viaje (1933-1934) Sender logra trazar una radiografía de la Unión Soviética en un momento de impás político en el que aún podía ser vista sin demasiadas complicaciones de conciencia como un foco de poder verdaderamente progresivo y digno de elogio: Trostski había sido apartado del comisariado de la Guerra de 1925, fue expulsado del partido en 1927, deportado a Kazajistán en 1928 y expulsado de la URSS en 1929. Stalin ya manejaba con mano de hierro todos los resortes del poder estatal, pero aún no había caído asesinado Serguéi Kírov, crimen que empezó a desatar, en 1934, la primera oleada de auténtico terror totalitario en las calles y campos de la Unión Soviética. 

Ramón Acín Aquilué. El agarrotado. 1929. Chapa de hierro y madera. Museo de Huesca. Foto. José Antonio Val.

La Guerra Civil. 

Cuando estalló la guerra, en el verano de 1936, pilló a Sender, su mujer Amparo Barayón, y a sus hijos, Ramón de dos años y Andrea de seis meses, veraneando en San Rafael, pueblo de la sierra de Guadarrama. El matrimonio decidió separarse: su mujer e hijos se fueron a Zamora con la familia de ella y Sender se incorporaba a las milicias republicanas como capitán en Guadarrama para luego pasar a la jefatura de Estado Mayor en Toledo. La tragedia de la guerra impactó en la vida del escritor oscense. La muerte a manos de los franquistas de su hermano Manuel, alcalde de Huesca, y la de su esposa hizo que su participación en la guerra concluyera en marzo de 1939 con su traslado a Estados Unidos junto con dos hijos pequeños -Sender logró recuperarlos sanos y salvos en Francia unos meses después del fusilamiento de Amparo, gracias a la labor de la Cruz Roja Internacional-. Su último libro publicado en España antes del exilio, Contraataque (1938), es una obra dirigida a la propaganda internacional de la II República, pero al mismo tiempo un testimonio descarnado de las consecuencias de la guerra en su entorno más íntimo. En Sender la guerra es ante todo un conflicto político y un mero enfrentamiento entre hermanos pretendidamente igualado en su inocencia o en su culpabilidad; en Sender no se difuminan las causas que originaron la guerra ni se diluyen las responsabilidades de los golpistas. Hay agresores y agredidos. Y desde luego la República, ni tan caótica ni tan inestable, no estaba condenada a desembocar en la guerra civil, ni puede reducirse a mero antecedente o motivo del conflicto anterior. 

Félix Lafuente. Coso de Huesca. 1893. Óleo/lienzo. Museo de Huesca. Foto. José Antonio Val.

El exilio. 

Inició el exilio en México (1939-1942), Sender vio cómo desaparecía la España republicana por la que había combatido en el frente y se veía abocado a llorar para siempre las pérdidas de su hermano y su mujer – y cargar durante mucho tiempo con el resquemor de la culpa de sus muertes-, lo que le convirtió en un personaje de carácter huraño y con tendencia a la soledad. El paso a Estados Unidos, en 1942, y la sucesiva nacionalización americana, en 1946, son determinantes para lo que será una progresiva renuncia a la escritura beligerante. Sender conoció a fondo el sur de Estado Unidos, donde pasó cuarenta años de su vida trabajando como profesor en diferentes universidades. Una vez instalado, empezó a escribir en la revista Cuadernos, dependiente del Congreso por la Libertad de la Cultura, que había nacido para hacer frente y replicar a la Unión Soviética en materia de propaganda e influencia ideológica a través de la cultura. Cuadernos editó cien números a lo largo de doce años, desde 1953 hasta 1965, aunque su capacidad de influencia en el mundo intelectual latinoamericano resultó limitada.  

Hubo un momento, a comienzos de los años setenta, en el que Sender aceptó la compañía de la vejez y al hacerlo supo que había dejado de amar la vida cuando esta le respondió haciéndole sentir la debilidad de su cuerpo, el anuncio de la muerte y la posibilidad de ser olvidado. Ante esta incertidumbre Sender impuso su decisión de actuar desde la escritura y la pintura, amuletos a los que se mantuvo aferrado durante toda su vida en el intento de sortear los intermedios obligados por una historia incómoda de la que era imposible huir.  

 Sender no regresó a España hasta junio de 1974. Volvía a su país el autor de Crónica del alba o Réquiem por un campesino español, un hombre que durante décadas tuvo vedado el retorno a sus raíces. El régimen franquista recibió a Sender con profusión de declaraciones afectuosas y con el acuerdo de no citar el fusilamiento de su familia. Es probable que el propio Sender transmitiese a sus compatriotas una imagen de demasiada docilidad. 

El artista.  

El 2 de julio de 1975 Sender recibió carta de la Galería Multitud de Madrid interesada en presentar su obra pictórica que, aunque solo conocía a través de diapositivas, estimaba de gran interés cultural. Con la exposición de Sender se quiso ofrecer una nueva visión del escritor reconocido a través de una faceta, la de pintor, desconocida o ignorada hasta ese momento. Sender dibujó con trazos sutiles la cartografía sentimental de un lugar solo posible en la memoria y en el sueño. Pobre de técnica, pero inspirada, como escribió, la imagen impone su forma, de presencia desvanecida, en un espacio de abstracción donde el tiempo detiene su curso anunciando acontecimientos que quizás nunca sucedan. Las líneas roturan el vacío dibujando su imagen y la de rostros y figuras de personas ensimismadas, formas naturales, orgánicas y fosilizadas, paisajes inciertos, cráneos animados y amenazantes, esqueletos ávidos y expectantes, fragmentos de arquitecturas visionarias, escaleras infinitas.etc. En el espacio impreciso y mágico de su pintura, Sender dibuja su retrato, sujeto de memoria que vence a la muerte. En mayo de 1976 la pintura de Sender se presentó en la galería Berdusán de Zaragoza. Apenas suscitó interés, lejos del entusiasmo que aquellos días centró la actividad cultural en la ciudad. 

Ramón J. Sender. Memoria Bisiesta. Museo de Zaragoza. Hasta el 25 de junio del 2023.   

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