Los veranos mediterráneos de Sorolla 

Saliendo del baño. 1915. Museo Sorolla. Foto. José Antonio Val

José Antonio Val Lisa & Daniel Pérez Artigas 

La Fundación Ibercaja ha apostado por conmemorar en su Museo Goya el «Centenario de Sorolla», con un proyecto expositivo que nos muestra la visión artística del pintor en su representación del trabajo en el mar y del veraneo en la costa mediterránea, a través de una reducida pero cuidada selección de obras, y de un relato mitad pictórico, mitad literario. En el mar de Sorolla con Manuel Vicent, que así se titula la exposición, está formada por 50 obras, de mediado y gran formato, que provienen del Museo Sorolla y de la Fundación Museo Sorolla.  

Joaquín Sorolla, nacido en Valencia en 1863, pertenece a una generación de pintores que empieza a contemplar el mar con otros ojos y, por tanto, lo representa a través de una nueva mirada. Demostrando un temprano interés por el tema, así como la influencia del clima artístico valenciano del momento. El artista, con tan solo dieciocho años, presenta tres marinas a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881. Dado que su participación pasa prácticamente inadvertida, se dedica después varios años a la creación de composiciones de tema social e histórico, más del gusto oficial. De este modo, obtiene sus primeros reconocimientos nacionales con las obras Dos de Mayo (Museo Nacional del Prado), con la que concurre de nuevo a la convocatoria de Madrid en 1884 y obtiene una segunda medalla, y El Palleter, declarando la guerra a Napoleón (Diputación de Valencia, en depósito Palau de la Generalitat), que le vale una beca de pensionado en Roma. 

La hora del baño, Valencia. 1909. Fundación Museo Sorolla. Foto. José Antonio Val

El nacimiento de las vacaciones de verano en España 

Con la revolución industrial, las ciudades habían resultado sobrepobladas y se habían convertido en lugares insalubre. Es el momento en que se producen importantes cambios urbanísticos, como los derribos de las antiguas murallas o la creación de grandes avenidas que permitieran la expansión de estos núcleos o una mejor circulación del aire. El descanso estival surge en España hacia mediados del siglo XIX, y se desarrolla especialmente a orillas del Cantábrico, en ciudades como Santander o San Sebastián, donde los baños en sus frías aguas se empezaban a recomendar como tratamiento terapéutico. San Sebastián destacaba como capital del veraneo elegante desde que en 1887 la reina María Cristina la eligiera como lugar de descanso. Atraídos por la presencia de la corte, numerosas familias de la alta sociedad española se establecen igualmente en la localidad para disfrutar del descanso estival. Poco a poco, estos núcleos urbanos se van acondicionando para acoger a los nuevos veraneantes, a quienes también se les ofrece una gran variedad de actividades de entretenimiento. De este modo, el descanso estival deja progresivamente de tener como finalidad el baño terapéutico para configurarse en torno al ocio y la sociabilidad. 

 Sorolla se convierte en cronista de toda una época al reflejar de primera mano los usos y costumbres de la sociedad de entre siglos. 

El artista pasa gran parte de los veranos en su Valencia natal buscando los temas de ocio estival que habría de presentar en las próximas exposiciones, pues es muy consciente del gran éxito comercial que obtiene de ellos. En la mayoría de las composiciones encontramos a niños de corta edad que dejan ver su desnudez, niñas con ligeras batas o mujeres al cuidado de los más pequeños: La hora del baño, Valencia (1909), Después del baño, Valencia (1909), Saliendo del baño (1915), Niña en la playa de Valencia (1916), Niños jugando en la playa (Ca. 1904), Muchacho en la orilla del mar, Valencia (1904), El balandrito (1909). Uno de los conjuntos más interesante de este verano es el dedicado al de los nadadores, que nos habla del inicio de una actividad propia del verano moderno, la natación y el baño libre, muy ligados ambos al mar Mediterráneo Nadadores de Jávea (1905). El contacto directo con la naturaleza es otro de los aspectos que caracterizan el “descubrimiento” del mar Mediterráneo tan presente en estas obras. Las figuras de estos cuadros se abandonan al disfrute del roce con la arena, al juego con las olas o a la placidez de la brisa marina y del baño del sol. 

Sin olvidar las enseñanzas de Velázquez y el diálogo con la fotografía, el valenciano configura su ideario plástico, basado en una pintura al aire libre en la que se integran las figuras, la atención a los temas de la realidad cotidiana, con marineros, pescadores, boyeros o campesinos como protagonistas, y una virtuosa técnica en la que los efectos de la luz y el color dominan la composición: Pescadora con su hijo (1908), Pescadoras valencianas (1915), Cordeleros (1901), Esperando las barcas, Valencia (Ca. 1902) o Pescadores valencianos (1903), una pintura que se ha restaurado expresamente para esta exposición, y que se exhibe por primera vez en mucho tiempo. 

Sorolla participa en el Salón de París de 1895 con La vuelta de la pesa (1894, Musée d`Orsay, París), por la que obtiene una segunda medalla de oro de segunda clase, así como en la exposición Universal de París de 1900, donde consigue el Grand Prix por el conjunto de obras presentadas, en especial por ¡Triste herencia! (Colección Bancaja). Ya iniciado el siglo XX, su trabajo se presenta en grandes exposiciones individuales en París (1906), Berlín, Düsseldorf y Colonia (1907), Londres (1908), Nueva York, Búfalo y Boston (1909), y Chicago y San Luis (1911). En su trayectoria global, junto a las escenas en la playa, destacará su labor como retratista, los paisajes o la pintura de jardines. Con este bagaje y su firme intención de abrirse camino en el ámbito internacional, Sorolla muestra su obra en distintas exposiciones en España y el extranjero que impulsan de manera definitiva su carrera. 

El balandrito. 1909. Museo Sorolla. Foto. José Antonio Val

La llegada de nuevos veraneantes: la burguesía 

Las estancias veraniegas de Sorolla y su familia en Valencia en 1908, 1909 y 1910, determinan un encuadre de sus cuadros muy diferente, pues nos da idea de otro tipo de veraneo en la costa de Levante. De este modo, frente a las composiciones con sus modelos habituales de la población local, el valenciano utiliza un lenguaje diferente para pintar a su familia, un lenguaje que nos habla de la paulatina llegada de otro tipo de veraneo en la zona, ligado a la burguesía. Su mujer y sus hijas suelen ser las protagonistas de estos lienzos que realiza durante estos veranos, aunque sus rasgos fisonómicos no están lo suficientemente definidos como para poder considerarse retratos en la mayoría de los casos: Clotilde en la playa (1904), Clotilde y María en la playa (1908) o Antonio García en la playa (1909, yerno del pintor), así como su propio ascenso social que queda reflejado en el Autorretrato con fondo de mar (1909).  

Pescadores valencianos. 1903. Museo Sorolla. Foto. José Antonio Val

Las «notas de color» 

Estas obras de pequeño formato, ejecutados sobre pequeños soportes de madera o cartón, que acompañan a Sorolla en sus continuas investigaciones a lo largo de su carrera y que encierran la esencia misma de toda su pintura. La mayoría de estos apuntes, no deben de considerarse estudios de sus trabajos finales, sino ejercicios de gran libertad creativa con los que ensaya composiciones, tonalidades o asuntos que posteriormente podría o no acabar plasmando al lienzo. En estos soportes encontramos temas o intereses por explorar, como las escenas de trabajo y de ocio en el mar: Repasando las redes (1902-1904), Esperando la pesca, Valencia (1908), Playa de Valencia (Ca. 1900)  o En la calle del El Cabañal, Valencia (Ca. 1904). Estas pequeñas obras son el reflejo más espontáneo de la mirada del artista sobre el mundo que le rodea y el más eficaz recurso para plasmar la dignidad de sus protagonistas.  

Repasando las redes. Ca. 1902-1904. Museo Sorolla. Foto. José Antonio Val

En el mar de Xátiva 

En la última parte de la exposición veremos como Sorolla, además de las playas de su ciudad, visita otros lugares costeros como Jávea durante el verano de 1905, en donde realiza una de sus campañas más sobresalientes en busca de motivos para las obras que ha de llevar a su gran exposición individual del año siguiente en la Galerie Georges Petit de París. Sorolla ya conocía esta zona, que le había deslumbrado por primera vez en 1896. Por ello, toma la decisión de volver en un momento tan importante para su carrera. Las obras que realiza en este verano son las más destacadas de su producción. Los brillantes rayos de sol reflejados en las agitadas aguas de un intenso color azul y el escarpado paisaje de rocas sirven de escenario a encuadres típicamente fotográficos en los que el artista nos muestra la grandeza del Mediterráneo: Cabo de San Antonio, Jávea, Mar de Jávea, Isla del Portichol, Jávea o Noria, Jávea  

El lenguaje de Sorolla se encuentra ligado a lo local, a sus raíces valencianas, como también en general a las españolas; en su plástica encontramos un continuo ir y venir entre la tradición y la modernidad, con la que se identificó a la obra del pintor, que no es sino un camino alternativo para expresar la singularidad, riqueza e identidad de un país moderno. 

Barca a la mar, Valencia. 1904. Museo Sorolla. Foto. José Antonio Val

En el mar de Sorolla con Manuel Vicent. Museo Goya. Fundación Ibercaja-Museo Camón Aznar. Hasta el 22 de septiembre del 2024. 

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